Abelardo M. Gamarra: controversias sobre la fecha de su nacimiento

Retrato de Abelardo M. Gamarra. Archivo BNP.

Por Aladino Carbajal

El 31 de agosto de 1852 ha quedado marcado en el calendario como la fecha del nacimiento de Abelardo M. Gamarra. Lo curioso es que esta fecha, que pocos han cuestionado, fue una conclusión de Justo Fernández Cuenca después de considerar una serie de datos que El Tunante dejó ‘involuntariamente’ en sus crónicas de recuerdos. La partida de nacimiento, documento que autorizaría oficialmente esta data, según el mismo autor ancashino, desapareció en el ‘incendio de la Parroquia de Sarín, perpetrado por los chilenos después de la batalla del 10 de julio de 1883’. Por nuestra parte, opinamos que estas afirmaciones, mientras no se sustenten con documentación fidedigna, no deben ser tratadas como fuentes oficiales. A continuación, explicamos por qué.
Clorinda Matto de Turner, en Boreales, Miniaturas y Porcelanas (Buenos Aires, Impr. de Juan A. Alsina, 1902), menciona que su íntimo amigo nació «un 31 de agosto de año que no recordamos». En el Diccionario Biográfico de Peruanos Contemporáneos (Lima, Libr. e Impr. Gil, 1917), Juan Pedro Paz Soldán señala que nació en Huamachuco y que se quedó huérfano a los 12 años de edad, mas no cita fecha alguna. William Belmont Parker, con su libro publicado en inglés Peruvians of to-day [Peruanos de hoy] (Lima, Printed at the Southwell Press, 1919), es el primero en indicar el posible año del nacimiento de Gamarra: «Was born in the province of Huamachuco, Department of La Libertad, Peru, in 1857». A este intelectual inglés han seguido varios autores. Por ejemplo, en Costumbristas y Satíricos (París, Desclée de Brouwer, 1938) Ventura García Calderón señala que El Tunante nació en 1857. Jorge Puccinelli, en un artículo titulado «Abelardo Gamarra, Pancho Fierro de nuestras Letras», publicado en la revista Turismo (Año IX, junio de 1944, N° 96), recurre al mismo dato.
Tras la muerte de Abelardo M. Gamarra el 9 de julio de 1924, Luis Alberto Sánchez publicó un artículo en la revista Mundial (Año V, Lima, 11 de julio de 1924, N° 217) en el que se pregunta: «¿Cuántos años tenía Gamarra? Ni sus hijos lo saben. Uno, Carlos, me refería momentos después de la muerte, que calculaba que el padre había muerto a los setenta y ocho años. La coquetería del viejo había sido ocultar su edad. Pero, había sido amigo de Casós, había conocido de cerca a los Gutiérrez, había halado un cañón cuando el 2 de Mayo, había combatido el 79… Todos estos datos bastaban para remontar su nacimiento a muchos años atrás. Quizá setenta y ocho. Quien sabe ochenta. Tal vez…». Pero este mismo autor, en la primera edición completa de su obra La Literatura Peruana (Argentina, Editorial Guarania, 1951) recurre también al dato que aporta Parker: «El más importante de los costumbristas fue indudablemente Abelardo M. Gamarra (“El Tunante”), nacido en Huamachuco en 1857».
En 1950 ocurre algo curioso y a la vez emblemático. En la decimotercera Sesión Ordinaria del Senado, llevada a cabo el jueves 31 de agosto y con la Presidencia del señor Héctor Boza, el Senador por Arequipa don Alberto Arispe intervino para rendir homenaje a Abelardo M. Gamarra “conmemorando su primer centenario de nacimiento”. Su discurso iniciaba con este párrafo:
“Hoy recordamos el centenario del nacimiento del insigne escritor y periodista Abelardo M. Gamarra. No quiero que pase esta oportunidad sin rendir a ese periodista e intelectual, mi más ferviente homenaje, al hombre que, por encima de toda ambición y por sobre cualquier prejuicio, mantuvo enhiesta su pluma libre, libre su conciencia y clara su inteligencia, no solamente para luchar contra las asechanzas de su época sino principalmente, para sembrar bondad en el mundo y regarla con los efluvios de su elevado espíritu y las bondades de su corazón”.
Se adhirió a este efusivo homenaje el señor Luis Enrique Galván, Senador por Ayacucho. En esta oportunidad, lo que rescatamos del discurso del señor Arispe, es que asume claramente que Abelardo M. Gamarra nació el 31 de agosto de 1850.
En 1951 se publicó El Perú en Abelardo Gamarra (Lima, Ediciones Trilce, 1951), primer trabajo sistemático sobre su vida y obra escrito por su conterráneo Julio Galarreta González. En este trabajo, el autor señala que el 31 de agosto de 1951 se conmemoraba el centenario del nacimiento de Gamarra. Dice en la página 37 de su estudio:
«Sólo agregaremos nuestra extrañeza por la indiferencia con la que se ve la llegada del Primer Centenario del Nacimiento de Abelardo Gamarra, el que ha de cumplirse el 31 de agosto del año en curso. Estamos seguros que la Nación no rendirá, en esta oportunidad, su tributo de recuerdo y de afirmación peruanista a la memoria de uno de sus ciudadanos más austeros y de sus escritores más genuinos».
Justo Fernández Cuenca, en su tesis presentada a la Facultad de Letras de la Pontificia Universidad Católica del Perú en 1946 y publicada como libro en 1954 con el título Abelardo Gamarra, El Tunante: su vida y obra (Cuzco, Edit. H.G. Rozas, 1954), «correlacionando las diferentes notas que el costumbrista, involuntariamente, dejó escapar en sus crónicas de recuerdos», dedujo que el autor de Cien años de vida perdularia nació el 31 de agosto de 1852. Sus bases para esta definición fueron las siguientes:
«Abelardo Gamarra nació en Sarín […] el 31 de agosto de 1852. “Después de 16 años de ausencia regresamos a Huamachuco; vinimos como huéspedes a la casa de nuestros padres…” (Rasgos de Pluma. La Integridad N° 366, 28 de julio de 1896) dice, refiriéndose al primer retorno a su provincia natal con motivo de su salida de Lima a la ocupación chilena de esta ciudad, en enero de 1881. Su viaje a la Capital habría sido en 1865, ateniéndonos a este dato, año en que vino al Colegio de Nuestra Señora de Guadalupe a seguir sus estudios de Media, de lo que él también nos da referencia suministrando, ligeros datos biográficos a “La Idea Libre” “Vinimos al Colegio de Guadalupe traído por nuestro padre”, (Respuesta a “La Idea Libre”. Reproducida en “La Integridad” N° 606, 4 de mayo de 1901), dice, en esa oportunidad, y en otra, recordando su vida colegial, apunta: “Estudiábamos el Primer Año de Media en el Colegio de Guadalupe” (Rasgos de Pluma. La Integridad N° 165, 17 de setiembre de 1892). Abelardo Gamarra habría venido a Lima a los 12 años de edad. En sus recuerdos de orfandad y su perdida fortuna, a propósito de sus juicios sobre la vida indígena, anota: “…quedé solo como un hongo, huérfano y apenas de 13 años de edad” (Rasgos de Pluma. La Integridad N° 763, 5 de mayo de 1904). La muerte de su padre había ocurrido al segundo año de su estada en Lima. Nos deja el dato en otra crónica relacionada con sus aficiones literarias. “…después del primer año —dice— falleció nuestro padre y con tanta desgracia vino el derrumbe de nuestra fortuna un poco regular” (Respuesta a La Idea Libre, cit..
Edmundo Cornejo, en el prólogo a la primera edición de la compilación de artículos de Gamarra que se publicó bajo el título En la Ciudad de Pelagatos (Lima, 1955) no trató sobre la fecha del nacimiento de Gamarra; pero en el prólogo a la segunda edición (Lima, PEISA, 1975) y conociendo ya el libro de Justo Fernández, anotó: «el primer registro de su trayectoria humana queda marcado en una fecha del calendario: 31 de agosto de 1852». Prosigue más adelante: «El dato de su nacimiento, desde luego, ha ocasionado algunas controversias debidas a la desaparición de los archivos parroquiales de Sarín y la falta de declaración expresa sobre su fecha de nacimiento por parte de nuestro personaje. Solo después del cotejo de varios indicios consignados en sus artículos y crónicas, se ha podido llegar al dato que ofrecemos, en reemplazo del que fijaba como año de su nacimiento el de 1857». Aquí, lo que llama la atención es que Cornejo, tomaría el dato deducido por Justo Fernández, a quien ni siquiera cita o agradece. Llegamos a la conclusión que Cornejo conoció el libro de Fernández, porque lo cita por otro tema en la página 25 de este mismo trabajo.
Julio Galarreta González, ha sido quien le ha dedicado a Gamarra más estudios que cualquier otro investigador y por ello Jorge Basadre lo bautizó como el «autor del renacimiento de El Tunante». En sus libros posteriores a la publicación de la tesis de Justo Fernández, figura que Abelardo M. Gamarra nació en 1852. Otros intelectuales, aún sin conocer las conclusiones de Fernández, continuaron señalando los otros posibles años del nacimiento de El Tunante. Por ejemplo, Alberto Tauro en Elementos de Literatura Peruana (Lima, Imprenta Colegio Militar Leoncio Prado, 1969) y Serafina Quinteras en De la Misma Laya: Antología de Costumbristas y Humoristas Peruanos (Lima, Ministerio de Educación Pública del Perú, 1975) continuaron citando el año 1850. Incluso, Marco Aurelio Denegri en su libro Lexicografía (Lima, Editorial San Marcos, 2013) en la página 364, sin explicación alguna, señala que Gamarra nació en el año 1846.
Y hay más e indudablemente lo más polémico todavía. En 1960, el poeta e intelectual huamachuquino Santiago Gastañaduí, publicó una “Semblanza de Don Abelardo Gamarra” en la revista San Nicolás: Homenaje en el Primer Centenario de su Fundación 1860-28 de mayo-1960 (Huamachuco, 1960), donde advierte:
«Los textos de literatura habían consagrado el 31 de agosto de 1850 como el día feliz del nacimiento de nuestro ilustre comprovinciano; más, según la partida bautismal, se le administró el sacramento del bautismo en la Iglesia Matriz de esta ciudad, en 20 de noviembre, a los dos meses 15 días de su nacimiento; de donde se desprende que éste se verificó el 5 de setiembre. Le administró el bautismo el presbítero José Manuel Carbajal, cura compañero de la parroquia de San Agustín de Huamachuco; siendo sus padrinos el señor General Don José Rufino Echenique y la matrona limeña doña Bartola Quezada, quienes estuvieron representados durante el acto por el Sr. Sub-Prefecto de la Provincia, Dn. José María Mollinedo, y por la matrona huamachuquina doña María Galarreta, respectivamente. En la citada partida no se consigna el lugar donde despuntó la aurora de su vida; pero para sus contemporáneos era cosa sabida y fuera de duda, que vio las primeras luces de la existencia en Sarín lugar donde tenían valiosas propiedades sus venerables padres don Manuel Guillermo Gamarra y doña Jacoba Rondo, descendientes de respetables familias de la provincia».
Por su parte, Segundo J. Llanos-Horna en su libro Los Periodistas de La Libertad: Historia y paradigmas (Lima, Universidad Alas Peruanas, 2010), cita la versión de Armando Gamarra Cruchaga, quien sostiene que su abuelo no nació en Sarín sino en Huamachuco ciudad. La poetisa Aída Vidal Arias, casada con este nieto de Abelardo M. Gamarra, proporcionó al autor del libro la partida de bautizo del celebrado escritor costumbrita, la misma que reprodujo íntegra y que nosotras hacemos lo mismo a continuación:
«El infrascrito Vicario Foráneo y Párroco de la Iglesia de San Agustín de Huamachuco, certifica: Que a folios 27 del libro de bautizados N° 16 de este Archivo, bajo el N° 306 se lee la siguiente PARTIDA:
Año del Señor de mil ochocientos cincuenta, en veinte de noviembre, yo, el Presbítero D. José Manuel Carbajal, Cura compañero de esta Doctrina de Huamachuco, en su Santa Iglesia Matriz, exorcicé, puse el Sagrado Óleo y Crisma a un infante de dos meses quince días de nacido, a quien bautizó en caso de necesidad el Presbítero D. Juan Manuel Yupanqui, poniéndole por nombre Manuel Abelardo, hijo legítimo de Don Manuel Guillermo Gamarra y de Da. Jacoba Rondo, americanos. Fueron sus padrinos el Sr. General D. José Rufino Echenique con la Señora Da. Bartola Quezada, y por sus poderes el Sr. Sub Prefecto de esta provincia D. José María Mollinedo, con Da. María Galarreta, a quienes advertí su obligación y espiritual parentesco, de que certifico.-------------FIRMADO. – José Manuel Carbajal,-------------RUBRICADO. – Es copia fiel del original al que me remito en caso necesario. – Huamachuco, a 1° de agosto de 1950. – FIRMA Y SELLO del Vicario Foráneo J. Alfredo Castro R.»
Los datos que proporciona Santiago Gastañaduí de la partida de bautismo coinciden con la copia fiel del original de ésta y que reproduce en su libro Llanos-Horna. El primero, teniendo en cuenta que el autor de Cien años de vida perdularia fue bautizado a los dos meses quinces días de nacido el 20 de noviembre, deduce que Abelardo M. Gamarra debió haber venido al mundo el 5 de setiembre de 1850. En cambio, teniendo tales evidencias, Llanos-Horna inicia la biografía de este personaje mencionando que la fecha de su nacimiento fue el 31 de agosto de 1852.
Con estas explicaciones queda claro que la fecha del nacimiento de Abelardo M. Gamarra que tenemos como establecida, la hemos confirmado gracias al trabajo minucioso de Justo Fernández. Pero que conste que sus conclusiones fueron a raíz de los datos que dejó regados en sus memorias El Tunante, mas no estuvieron basadas en un documento fidedigno. Hago esta advertencia, porque es también Fernández quien menciona ‘el incendio de la parroquia de Sarín perpetrado por los chilenos en 1883 donde se perdió la partida de nacimiento de Gamarra’, incidente del que hasta la fecha no hay pruebas. Existe la posibilidad que esta versión del incendio con la pérdida del documento de Gamarra sea un falso creado por el autor con la intención de dar más realce a su investigación. El Centro Cultural Sánchez Carrión en un artículo donde resaltan sus logros, publicado en su revista institucional denominada ÍMPETU (Año V, Huamachuco, 15 de agosto de 1954, N° 9), afirman que adquirieron «las partidas de nacimiento de Sánchez Carrión y de Abelardo Gamarra, que por su autenticidad son documentos valiosos para la Historia». Este dato contrarresta a la versión de Fernández sobre el incendio. Por otro lado, en la edición de homenaje que le hace este centro cultural a Abelardo M. Gamarra: Teatro (que contiene: «Ña Codeo», «Escenas del carnaval en Lima», «Escenas en la campiña», «Ir por lana y salir trasquilado», «Ya vienen los chilenos»), publicado el año 1962 según Julio Galarreta, en la semblanza que va como introducción del libro, escrita por Víctor M. Galarreta Quiroz, jefe de redacción de la revista ÍMPETU, señala que El Tunante nació el 5 de setiembre de 1852. Quizá ¿quiso decir 5 de setiembre de 1850? De no ser así y teniendo en cuenta que este último autor fue un integrante activo del Centro Cultural que adquirió la partida de nacimiento de Gamarra, con el dato que brinda genera un total desconcierto.
Por nuestra parte, opinamos que el resultado de este balance arroja que Abelardo M. Gamarra nació en Sarín el 5 de setiembre de 1850, tal como lo sustenta Gastañaduí y como lo evidencia la copia fiel de la partida de bautismo que reproduce Llanos-Horna. Queda pendiente una investigación profunda para consolidar este dato.
Por lo pronto, el objetivo de este artículo es hacer un llamado a los descendientes de los señores que fundaron el Centro Cultural Sánchez Carrión: Juan José Galarreta Quiroz, Tomás Guevara, Américo Jara, Wilfredo Ledesma Llaury y Jorge Días, para que hurguen en los archivos de estos personajes, ya que con las evidencias que citamos, existe la posibilidad de que allí se encuentre la partida de nacimiento de Abelardo M. Gamarra.

[Artículo publicado en “Guamachuco: Revista de historia y cultura”, Año I, N° 2. Trujillo, diciembre de 2016]

La poesía de José Sánchez Carrión

Óleo de Sánchez Carrión que se encuentra en el despacho de la Corte Suprema.

Por Aladino Carbajal

Como integrante de la Comisión Nacional del Sesquicentenario de la Independencia del Perú, en 1971, el periodista e historiador Aurelio Miró Quesada Sosa asumió la tarea de reunir la poesía del período de la Emancipación, publicándose toda la compilación en un solo volumen[1] dentro de la Colección Documental de la Independencia del Perú. Entre las varias aclaraciones que hace el recopilador en el Prólogo, señala que de las 180 poesías que reúne este tomo, «lo que importa principalmente […], por encima de su belleza literaria, es su interés de documento» (Miró Quesada, 1971: XIV) y para aclarar mejor el asunto, y no se piense que estas poesías carecen de calidad literaria, Miró Quesada destaca esta propiedad «en las poesías y fábulas de Mariano Melgar, en la rotundidad del canto heroico a la victoria de Junín por Olmedo, [y] en la afirmación de la libertad bajo la elegancia retórica de Sánchez Carrión» (Miró Quesada, 1971: XIV). En cuanto a la única poesía atribuida a Sánchez Carrión, se aprecia que Miró Quesada la destaca tanto por su valor de documento como por su arte poética.
Esta composición lleva por título «Oda», y fue publicada por primera vez en el año 1812, en «Breve descripción de las fiestas celebradas en la capital de los Reyes del Perú, con motivo de la promoción del Excmo. Señor D. D. José Baquíjano y Carrillo, conde de Vistaflorida, caballero de la real y distinguida orden de Carlos III; oidor de la real Audiencia de Lima, juez de alzadas de los tribunales de consulado, y minería del Perú, auditor de guerra del regimiento de la Concordia española del Perú, Juez director de estudios de la real universidad de San Marcos, juez protector del real Colegio Carolino. Al Supremo Consejo de Estado, con una regular colección de algunas poesías relativas al mismo objeto»[2]. La poesía es la siguiente:
ODA
Iam fides, et pax, et honor, pudor que
Priscus, et neglecta redire virtus
Audet…
Horat.
Atado estaba el Continente nuevo
Trescientos años con servil cadena,
A cuyo ronco son su acerba pena,
Su eterna esclavitud... llorar solía
En triste desventura,
Desde que el padre de la luz salía
Hasta el dulce nacer del alba pura.
El metal valoroso,
La quina saludable,
Y mil riquezas en soberbias naves,
De tributo en señal cortar se vían
Con fuerza irresistible
El húmedo elemento
A pesar de las olas y del viento.
Y el infeliz colono
Por sabio, por intrépido que fuese,
Y en valor excediese
Al vizcaíno, gallego o castellano,
Su cerviz sometía,
Y no mandar, sí obedecer sabía;
Cuando... ¡Alta providencia! De repente
Levantó su ancha frente
La América abatida,
Y a tí ¡Oh Joseph! ¡Oh sabio esclarecido!
La suerte de dos mundos
Por toda la nación confiarse vido.
Gloria y honor al sabio de la patria:
Salve mil veces, salve,
¡Oh poderosa Lima!
Salve ¡Oh Perú! ¡Oh América opulenta!
Que la horrible cadena
Hase ya roto; y a su grato estruendo
La santa libertad batió riendo
Sus alas celestiales
Sobre tu fértil suelo,
Y en Baquíjano al fin posó su vuelo.
Salve ¡Oh Joseph! Pues eres el primero
Que ha tan excelso honor has ascendido,
En quien tu cara patria ha recibido
De igualdad el ejemplo;
Y en quien la unión fraterna tan deseada
Llegó a verse por fin asegurada.
Salve ¡Oh Joseph! ¡Ilustre americano!
Que el Rímac apacible
De noble orgullo penetrarse siente
Al verte decorado,
Y por primera vez su faz riente
Sacude alborozado,
Y sus bellas zagalas
La avena melancólica abandonan
E himnos de gozo en tu loor entonan.
Gloriarte puedes... que tu amada patria
Estampará el primero
Tu nombre augusto en la columna de oro
Que eleve a la memoria
De su alma libertad, de su victoria
Sobre el hado fatal, que enfurecido
Perpetuarla quiso en el olvido.
Tiende sobre tu cuello
Sus brazos amorosos,
Y, basta de quebranto,
Exclama, “basta... mi hijo bien hadado.
Olvido mis ultrajes,
Mis antiguas querellas;
Que ya las ciencias, y las artes bellas
Que el talento peruano cultivase
De mi felicidad harán la base.
Tú salvaste el primero
La alta muralla, que una mano impía
Formó para cerrarme
Del brillante mandar la dulce vía.
Venid pues, celebremos
A este mi primogénito en la gloria,
Y que en su amable nombre a hablar aprenda
El tiernecillo infante
Y gloria a mi hijo todo el orbe cante”.
Sin embargo, Miró Quesada no ha sido el primero ni el único en apreciar la calidad de esta composición. Ya antes lo habían hecho otros intelectuales, por ejemplo, Raúl Porras Barrenechea, en su «Conferencia sustentada en el Centro de Estudios Históricos Militares, el 30 de setiembre de 1953[3]», refiriendo que: «La escribió en 1810 en honor a Baquíjano y Carrillo, el gran precursor de las ideas liberales, consagrándole la más hermosa de las admiraciones juveniles, la del amor a la libertad. La composición, que figura en el folleto dedicado a describir las fiestas con que se despidió a Baquíjano de Lima, al ser nombrado consejero de Estado en la península, es interesante porque comprueba ampliamente la aptitud poética de Sánchez Carrión, demostrada en muchas otras composiciones, hoy perdidas, pero que le dieron renombre lírico en su tiempo, y, además, porque es un testimonio de la adhesión de Sánchez Carrión al grupo constitucionalista que ensalzaba al magnate limeño. Acaso pudiera servir también para comprobar que para ser gran orador se necesita tener alma de poeta» (Porras, 1953:13). Porras, además de elogiar la «Oda», afirma que Sánchez Carrión tuvo «renombre lírico en su tiempo» y que muchas de sus composiciones se perdieron. Corresponda o no a la realidad tal afirmación de Porras, es difícil de comprobar, en tanto no se encuentren más obras de la producción lírica del tribuno.
El historiador César Pacheco Vélez, quien también enaltece la composición del huamachuquino[4], opina que «De las dos anónimas composiciones poéticas que Sánchez Carrión publica en su periódico El Tribuno de la República Peruana, la más tarde titulada A un amigo, en el nacimiento de su primogénito podría atribuirse a  nuestro prócer por el tema y el estilo, pero en verdad pertenece a José Joaquín de Olmedo y como de tal aparece íntegramente publicada en El Repertorio Americano, la revista que pocos años más tarde edita en Londres don Andrés Bello» (Pacheco Vélez, 1974: XXXII). En cuanto a la otra poesía titulada Canción Indiana le «recuerda a los yaravíes de Melgar» y descarta que sea de la autoría de Olmedo, como se le atribuyó en su momento y como «se consigna en una anotación manuscrita contemporánea en el ejemplar de la Biblioteca Nacional», porque no la vio «recogida en ninguna de las ediciones de la obra poética del guayaquileño» (Pacheco Vélez, 1974: XXXIII). De esta manera insinúa que el autor de la Canción Indiana es José Faustino Sánchez Carrión.
Fernando Gamio Palacio, en su libro publicado póstumamente: «Repúblico y Libertador Doctor José Faustino Sánchez Carrión» (Librería Studium, Lima, 1988), dedicó un capítulo completo para tratar sobre la autoría de la Canción Indiana. Utilizando la misma justificación de Pacheco Vélez, aseguró que Olmedo no podía ser el autor porque la composición no se encuentra en sus antologías poéticas. Además, objetando contra la declaración del propio Sánchez Carrión, quien en carta a Bolívar (Lima, 01-02-1824) le aclaró que, en el periódico El Tribuno de la República Peruana, él lo escribió todo, «exceptuando lo que es poesía, y uno que otro rasgo sobre la geografía peruana». Es así que, ya sin insinuación, Gamio Palacio asegura perentoriamente a Sánchez Carrión como el autor de la Canción Indiana. Adujo: «Algunos sin justificación, la atribuyeron a Olmedo sin embargo de no figurar en las publicaciones de las poesías de éste y por estas razones consideramos que no es del cantor de Junín; y otros a Larriva, pero tampoco estimamos sea del gran letrillero ni por el asunto, ni por el estilo y lenguaje, ni por la forma de desarrollarlo. Creemos sí por la explicación con que la precede, comprendiendo la razón del tema y ser éste inspirado en una costumbre serrana tratada con cariñosa nostalgia por el terruño, así como con ternura por lo jóvenes aborígenes que se hacen el amor y por su forma literaria, creemos que el autor es Sánchez Carrión» (Gamio, 1988: 389).
A partir de la aserción de Gamio Palacio, otros autores, sin mayor investigación, han continuado atribuyendo la autoría de la Canción Indiana a Sánchez Carrión. Julio Galarreta González, conterráneo del prócer, en un libro[5] publicado seis años antes que el de Gamio, pero que tuvo la oportunidad de revisarlo inédito gracias a su amistad con el autor[6], divulgó la buena nueva, sosteniendo que «Las dos composiciones que han llegado hasta nuestros días, presentan las dos notas esenciales y caracterizadoras de la poesía de Sánchez Carrión. En la Oda a Baquíjano y Carrillo destella la exaltación épico-romántica de la libertad dentro de un contexto cívico-patriótico y en la Canción Indiana está la serena pero franca defensa de un genuino sentimiento de vernacularidad e indigenismo» (Galarreta, 1982: 23).
La Canción Indiana se publicó en el número II del periódico El Tribuno de la República Peruana, que apareció el domingo 1° de diciembre de 1822. Esta poesía, como los artículos que se consignan en este número del periódico, no está firmada. En seguida la transcribimos íntegra, incluida su presentación:
POESÍA
CANCIÓN INDIANA
Los antiguos americanos que la culta Europa llamó indios, regularmente no vivían formando pueblos, sino entre los montes en cabañas separadas unas de otras. Cuando un joven amaba, iba por la noche a la choza de su amada con un hacha encendida; y si la virgen la apagaba con su soplo, era señal de que admitía a su amante favorablemente. La noticia de esta costumbre, y la observación de que el valor marcial y el amor a la patria eran las primeras virtudes de aquellos amables hijos de la naturaleza, bastan para entender bien esta canción, en que se ha procurado imitar en lo posible el estilo de aquellos tiempos sin lujo y sin artes, pero con inocencia y con virtudes.
CANCIÓN
   Entre las sombras mudas,
Por esta alzada loma
Yo busco a mi paloma,
En alas del amor.
   Yo voy a sorprenderla
Allá en su mismo nido,
Solitario y querido
Antes que nazca el sol.
   La di un hilo de cuentas
Que siempre al cuello lleve;
Tres blancas cual la nieve,
Indican su candor.
   Tres verdes mi esperanza
De gozar sus favores,
Tres negras mis temores,
Y tres rojas mi amor.
          Yo voy a sorprenderla
          Antes que nazca el sol.
--
Cual conchita de nácar
De perlas guarnecida,
Su boca reducida
Exhala un grato olor.
    Sus ojos de paloma
Que arrulla lastimera,
Su larga cabellera
Es un campo de arroz.
          Yo voy a sorprenderla
          Antes que nazca el sol.
--
Sus mágicas palabras,
Son bálsamo suave
Que las heridas sabe
Curar el corazón.
    Sus pechos dos cabritos
En un día nacidos,
De una madre paridos,
Y de un mismo color.
          Yo voy a sorprenderla
          Antes que nazca el sol.
--
Cubra su dulce aliento
De sombra voluptuosa,
Esta hacha luminosa
Que mi amor encendió.
    Yo alegraré su seno,
Cual alegra el rocío
En el ardiente estío,
Las yerbas y la flor.
          Yo voy a sorprenderla
          Antes que nazca el sol.
--
¡O Mila! Que yo vea
Pendiente de tu seno,
Y de mil gracias lleno
El fruto de mi amor.
    No temeré, mirando
Su sonrisa agraciada,
Ni la vejez helada,
La muerte, ni el dolor.
          Yo voy a sorprenderla
          Antes que nazca el sol.
--
La patria en él poniendo
Su gloria y su esperanza,
Le fiará la venganza
De su ultrajado honor.
    Y meciendo su cuna
Fumaré en paz sabrosa
Mi pipa deleitosa
Cantando esta canción:
        Entre las sombras mudas
Por esa alzada loma,
Yo busqué a mi paloma
Antes de ver el sol.
        Yo vine a sorprenderla
Aquí en su mismo nido,
Solitario y querido,
Y aquí pagó mi amor.

Si cotejamos ambas composiciones, es evidente la disgregación del romántico nacionalismo americano de la Oda y la filantropía sentimental de la Canción Indiana, que son el matiz caracterizador de cada una. Los escritos literarios y políticos que conocemos de Sánchez Carrión se inician con la «Oda» en homenaje a Baquíjano y Carrillo y la «Arenga» dirigida al virrey Abascal en el primer aniversario de la jura de la Constitución de Cádiz en 1813, que representan su adhesión al constitucionalismo fidelista de 1812. Lo que sigue de su obra, sobre todo con mayor énfasis sus famosas cartas firmadas bajo el seudónimo de El Solitario de Sayán, confirman su activismo en el liberalismo republicano, que tuvo como miembros a destacados ilustrados peruanos que conformaron en mayoría el Primer Congreso Constituyente y promulgaron la Constitución Política del año 1823. Sus documentos finales, relacionados a la Convocatoria del Congreso de Panamá, afirman su decidido americanismo. En su conjunto, la obra sanchezcarrionista tiene un carácter netamente político e ideológico, lo cual aísla y no se condice con el tinte amoroso del que se nutre la Canción Indiana. La filantropía sentimental de la Canción Indiana es ajena al verbo doctrinario de Sánchez Carrión, por lo que en este caso suscribimos lo dicho por Pacheco Vélez al respecto, que Sánchez Carrión «sigue un proceso coherente desde el constitucionalismo fidelista de la Oda de 1812 al liberalismo republicano y jacobino de 1822 y hasta los documentos de la convocatoria al Congreso de Panamá, que llevan su impronta» (Pacheco Vélez, 1974: XXXV).
Frente a esta contradicción y polémica autoría, decidimos investigar partiendo del inicio de las cosas, con el objeto de conocer la verdad del asunto.
Debemos admitir que conocer la verdad no fue complicado. Guiados por las pistas que señalan a Olmedo como el autor de la Canción Indiana, nos remitimos a su obra íntegra. Lo primero que revisamos fue el ejemplar de la primera reimpresión de su poesía completa[7], ordenadas por el crítico argentino Juan María Gutiérrez y revisadas por el autor, y sí encontramos en sus páginas la Canción Indiana. La encontramos también en otras ediciones[8], por lo cual nos sorprende el descuido de los historiadores César Pacheco Vélez y Fernando Gamio Palacio, que descalificaron a Olmedo como autor de la aludida composición por no figurar en ninguna de sus antologías poéticas. Con este hallazgo, sumado a la carta que Sánchez Carrión dirige a Bolívar, donde le aclara que en el periódico El Tribuno de la República Peruana él lo escribió todo, excepto lo que es poesía, y, la anotación manuscrita en el ejemplar del periódico en la Biblioteca Nacional, que consigna a Olmedo como el autor, queda aclarado el asunto: José Faustino Sánchez Carrión no es el autor de la Canción Indiana. De esta manera se derrumba el falso que por más de tres décadas ha venido distorsionando la coherencia doctrinal de la obra del Solitario de Sayán. Por otra parte, se reivindica a Olmedo y ni que decir que la ternura que expresa la Canción Indiana reencuentra su parentesco de consanguineidad dentro de la producción poética del guayaquileño.



[1] La Poesía de la Emancipación, Tomo XXIV, Colección Documental de La Independencia del Perú. Comisión Nacional del Sesquicentenario de la Independencia del Perú. Lima, 1971.
[2] D. José Antonio Miralla, Lima, Imprenta de los Huérfanos, 1812.
[3] Esta Conferencia se publicó íntegra, como separata de la revista «Mercurio Peruano» N° 320 [1953], con el título: «José Sánchez Carrión, El Tribuno de la República Peruana».
[4] «[Oda]Esos versos de Sánchez Carrión, de un gallardo y vibrante nacionalismo americano, cuyos ecos resuenan en las posteriores estrofas de nuestro Himno, destacan tanto en el escueto panorama de la poesía peruana prerromántica, que parece extraño constituyan el único testimonio de la inspiración del tribuno» (Pacheco Vélez, 1974: XXXII).
[5] Galarreta González, Julio. (1982). Sánchez Carrión: Pasión y Rumbo de la Libertad. Lima: UNFV.
[6] En otro libro publicado el mismo año (1982) y editorial (UNFV), titulado: «Poetas de Huamachuco: Estudio y Antología», Galarreta González menciona este dato: «Fernando Gamio Palacio, intelectual de singular valía como diplomático e historiador, en su libro, aún inédito, que llevará el título de José Faustino Sánchez Carrión: Repúblico y Libertador, dedica todo un capítulo para explicar, con probanza documental y certera argumentación, la autenticidad de la autoría de Sánchez Carrión» (pp. 4-5).
[7] Olmedo, José Joaquín. (1853). Obras poéticas de D. José Joaquín Olmedo: única colección completa. París: Libr. Española y Americana de D. Ing. Boix.
[8] La primera edición de la obra poética completa de Olmedo, ordena por Juan María Gutiérrez, donde figura la Canción Indiana, se publicó en el año 1848 (Valparaíso, Impr. Europea). Lo hemos visto también en: Gutiérrez, Juan María. (1866). Poesía Americana: composiciones selectas, escritas por poetas sud-americanos de fama, tanto modernos como antiguos. Buenos Aires: Impr. del Siglo. Tomo I, pp. 22-24. Por motivo de tener el dato concreto, no hemos insistido en buscar más recursos.


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1. Portada del folleto editado por José Antonio Miralla en homenaje a Baquíjano y Carrillo, donde aparece la primera producción literaria y política de Sánchez Carrión. 2, 3 y 4. Como se aprecia, esta composición consigna la firma de Sánchez Carrión y representa su adhesión al constitucionalismo fidelista de 1812.


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5. Portada del periódico El Tribuno de la República Peruana, editado por Sánchez Carrión en 1822, donde se publicó la Canción Indiana. 6, 7 y 8. Como se consigna, la poesía no lleva firma, lo cual conllevó a varios autores a investigar sobre su autoría. A partir del sesquicentenario de la Independencia se le atribuyó erróneamente a Sánchez Carrión, pero realmente le pertenece a Olmedo, tal como demostramos en este artículo.


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9. Primera reimpresión de la poesía completa de Olmedo, donde apareció publicada la Canción Indiana, lo cual aportó para confirmar y aclarar que Sánchez Carrión no es el autor de la mencionada composición, tal como lo señalaron varios especialistas.

[Artículo publicado en “Guamachuco: Revista de historia y cultura”, Año I, N° 1. Trujillo, agosto de 2016]